“Algocracia”, “Gobierno por algoritmo” o “Regulación algorítmica” no es precisamente un concepto bien definido ni claro. Sin embargo, podemos resumirlo así: algoritmos + gobernanza (leyes o reglas de algún tipo). En este sentido, podemos hablar de algocracia cuando algún tipo de sistema basado en algoritmos, ya sea un contrato inteligente, una Inteligencia Artificial (IA) o cualquier otro, controla, total o parcialmente, los procesos de toma de decisiones de alguna plataforma, proyecto, emprendimiento o institución.
No es lo mismo que el gobierno electrónico (gobiernos que utilizan herramientas digitales) y plantea su propio conjunto de posibles problemas. Un algoritmo es más que una simple aplicación digital; es un conjunto estructurado de instrucciones precisas diseñadas para abordar problemas complejos, aunque también tiene el potencial de crear otros nuevos. En la novela Daemon (2006) de Daniel Suárez, por ejemplo, podemos ver cómo un algoritmo se apodera del mundo en secreto, incluso asesinando personas, después de que su creador muere.
En nuestro mundo todavía no hemos llegado a un nivel tan distópico, pero es posible que estemos construyendo el camino hacia él. Los algoritmos ya están siendo utilizados por individuos, empresas y gobiernos para tomar decisiones. Y decisiones importantes, por cierto.
Si te lo has estado preguntando: sí, las criptomonedas funcionan con algoritmos. Los contratos inteligentes funcionan con algoritmos, y las redes criptográficas enteras se construyen sobre algoritmos. Utilizan estas instrucciones matemáticas complejas para reemplazar a los intermediarios humanos costosos o desconfiados en la verificación de transacciones. Los algoritmos también ayudan a las personas a tomar decisiones generales sobre sus plataformas al proporcionarles la infraestructura para votar (
En 2017, la policía de Durham (Reino Unido) introdujo la herramienta de evaluación de riesgos de daños (HART), un sistema de inteligencia artificial que predice la probabilidad de que un sospechoso reincida. Clasifica a las personas en categorías de riesgo, lo que ayuda a decidir si deben ser detenidas o si reúnen los requisitos para recibir rehabilitación. En Estados Unidos y China se utilizan métodos de vigilancia predictiva similares, a menudo basados en el aprendizaje automático y el análisis de datos.
Las ciudades inteligentes ofrecen otra aplicación real de la gobernanza algorítmica. La infraestructura impulsada por IA, como el alumbrado público inteligente y los sistemas de tráfico automatizados, optimiza el uso de los recursos. Proyectos como la ciudad futurista “The Line” en Arabia Saudita planean integrar la IA para servicios proactivos. Los gobiernos también están incorporando la IA en la toma de decisiones, desde la automatización de las auditorías fiscales hasta el uso de modelos predictivos para los servicios sociales. Los jueces de IA, probados en China y Estonia, pueden manejar disputas legales menores, mientras que los algoritmos predictivos ayudan en la sentencia judicial. La educación ve una automatización similar con plataformas como Knewton, que ajusta los materiales de aprendizaje en función del desempeño de los estudiantes.
Los modelos de lenguaje como ChatGPT o DeepSeek se basan en algoritmos. Google Search utiliza algoritmos para clasificar los resultados. YouTube, Netflix y Spotify utilizan algoritmos para sugerir contenido personalizado, y Amazon lo hace para personalizar las sugerencias de compra. Los algoritmos son útiles y ya estamos rodeados de ellos.
Los algoritmos aumentan la eficiencia y reducen la participación humana, pero también pueden volverse distópicos. Una de las principales preocupaciones es qué
Como las restricciones no son explícitas, las personas asumen que están actuando libremente, aunque sus opciones hayan sido cuidadosamente seleccionadas por fuerzas invisibles. Este control silencioso puede debilitar la libertad al reducir el pensamiento crítico y reforzar los hábitos preexistentes en lugar de fomentar la toma de decisiones independiente. En otras palabras, las personas siguen las sugerencias del algoritmo sin pensar, sin saber cómo funciona, sin darse cuenta de que pueden ser manipuladas, pero con miedo de tomar caminos alternativos que podrían perjudicarlas.
Por ejemplo, las herramientas de vigilancia predictiva han sido criticadas por apuntar injustamente a las comunidades marginadas, y los sistemas de calificación crediticia basados en inteligencia artificial han perjudicado desproporcionadamente a ciertos grupos. Cuando estas herramientas configuran el acceso financiero, la aplicación de la ley y el empleo, los riesgos de una automatización sesgada se vuelven significativos.
Los ejemplos del mundo real ilustran el daño que pueden causar los algoritmos mal diseñados. En 2018, el gobierno holandés implementó el
De manera similar, en 2021 en EE. UU., el software ATLAS
Si bien los algoritmos pueden agilizar la toma de decisiones, su uso indebido puede afianzar problemas sistémicos, limitar la libertad y erosionar la confianza. Sin transparencia, rendición de cuentas y supervisión ética, los algoritmos centralizados corren el riesgo de convertirse en herramientas de control en lugar de empoderamiento.
Hasta ahora, al menos, podemos decir que los algoritmos más tiránicos provienen del mundo centralizado. Siempre es una parte central (empresa o gobierno) la que controla todo para alcanzar sus propios propósitos dudosos, o arruina todo por mera negligencia. Afortunadamente para nosotros, los algoritmos aún se pueden usar para obtener libertad y justicia, especialmente si están descentralizados. Como puede estar adivinando, la mayoría de los algoritmos criptográficos son de código abierto y descentralizados, disponibles para que todos los revisen y usen. Y ya tenemos algunos sistemas algorítmicos para la justicia descentralizada.
Un elemento clave en la gobernanza descentralizada, por ejemplo, es la Organización Autónoma Descentralizada (DAO), que opera mediante contratos inteligentes (acuerdos autoejecutables). Las DAO permiten a los miembros participar en la toma de decisiones mediante votaciones, lo que garantiza que el control se distribuya entre los participantes en lugar de una entidad central. Este es un tipo de gobernanza en cadena, donde las reglas y decisiones se ejecutan a través de procesos verificados por DLT, y ayuda a mantener la transparencia y la seguridad al tiempo que evita la manipulación por parte de personas u organizaciones poderosas.
Además, la justicia descentralizada está diseñada para ser transparente, con reglas y procesos de toma de decisiones disponibles abiertamente en la red, lo que garantiza previsibilidad, coherencia y resistencia a los sesgos o la corrupción.
Una red algorítmica adecuada para construir sistemas de justicia más justos es
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