Como sociedad, siempre nos ha atraído una buena historia. Desde mitos antiguos hasta éxitos de taquilla modernos, el poder de la narrativa tiene la capacidad de cautivar, inspirar y transformar. En el mundo de la tecnología, donde la innovación es el nombre del juego, la narración de historias se ha convertido en el arma secreta detrás de algunas de las startups más comentadas. ¿Y los héroes inesperados de esta nueva era? Nada menos que los directores creativos, los alquimistas de las agencias de publicidad se convirtieron en fundadores de tecnología que cambiaron sus guiones gráficos por la oportunidad de reescribir el futuro.
Armados con una habilidad especial para contar historias y un don para lo dramático, estas ex estrellas de agencias de publicidad están intercambiando sus Leones de Cannes por la oportunidad de lanzar su próximo gran proyecto. Pero a medida que el revuelo en torno a proyectos como AI Pin de Humane alcanza un punto álgido, vale la pena preguntarse: ¿están estos visionarios revolucionando el panorama tecnológico o simplemente están contando historias?
Tomemos como ejemplo el AI Pin de Humane. Este pequeño dispositivo, ideado por los ex directores creativos de Apple, Imran Chaudhri y Bethany Bongiorno, ha causado un gran revuelo con su promesa de un futuro sin pantallas impulsado por la IA. Pero seamos realistas: no es sólo la tecnología lo que hace que todo el mundo hable. Es la historia. La visión de un mundo donde la tecnología se integra perfectamente en nuestras vidas, de forma tan natural como respirar. Ese es el tipo de narrativa que hace que los inversores busquen sus chequeras, los medios de comunicación clamen por un titular y aseguren millones en financiación.
Y Humane no está ni mucho menos solo en este nuevo orden mundial. Basta mirar el ascenso y la caída de Elizabeth Holmes y Theranos. Claro, la revolucionaria tecnología de análisis de sangre nunca se materializó del todo, pero maldita sea si Holmes no contó una historia increíble. Con sus suéteres de cuello alto al estilo de Steve Jobs y sus promesas de disrupción, tenía a Silicon Valley comiendo de la palma de su mano. ¿O qué pasa con Adam Neumann y WeWork? El hombre podía vender una visión como ninguna otra, pintar el cuadro de una revolución en el lugar de trabajo que “elevaría la conciencia mundial” (y la valoración de la empresa a la friolera de 47 mil millones de dólares).
Pero esto es lo que pasa con las historias: son tan buenas como la realidad sobre la que se basan. Cuando se corre el telón y se revela que el mago es solo un tipo con una máquina de humo, las cosas pueden ponerse feas rápidamente. Pregúntele a las personas que creyeron en el sueño de Theranos o en el revuelo de WeWork. Cuando la historia no coincide con la sustancia, lo que sigue no es sólo decepción: es un desastre.
Además, contar historias no se trata sólo de exagerar. Si se utiliza de forma responsable, puede ser una poderosa herramienta de educación e inspiración. Cuando Steve Jobs presentó el iPhone, no se limitó a vender un producto; pintó un cuadro de cómo transformaría nuestras vidas. Esa narrativa resonó porque estaba basada en un producto genuino y revolucionario.
Entonces, ¿cuál es la lección aquí para los directores creativos convertidos en visionarios de la tecnología? El uso de la narrativa como plataforma de lanzamiento no está exento de riesgos: un gran poder narrativo conlleva una gran responsabilidad. La capacidad de elaborar una narrativa convincente es un don, pero debe usarse sabiamente.
Las mejores historias, las que realmente cambian el juego, son las que se basan en algo real. Algo tangible. Algo que no sólo hace cosquillas a la imaginación sino que realmente cumple sus promesas. Esta es la cuerda floja que deben caminar los directores creativos del mundo tecnológico.
¿En cuanto al Pin AI de Humane? Sólo el tiempo dirá si puede estar a la altura de las expectativas. Pero una cosa es segura: en el salvaje oeste de las nuevas empresas tecnológicas, los narradores son los nuevos sheriffs de la ciudad. Son ellos quienes pueden hacernos creer en un futuro más brillante, un mundo más conectado, una realidad donde todo es posible. Y en un mundo que a menudo parece estar fuera de control, eso es algo bastante poderoso.
Pero mientras observamos cómo se desarrollan estas narrativas, nos corresponde a nosotros recordar que no todas las historias tienen un final feliz, como... Tenemos que abordar cada nueva historia con una saludable dosis de asombro y una gran dosis de escepticismo. Porque, al final, la historia más convincente no siempre es la más cierta, pero podría ser la que lo cambie todo.