El progreso tecnológico, especialmente en materia de inteligencia artificial y robótica, está haciendo que los trabajadores humanos sean cada vez menos esenciales. Las empresas están optando por robots e inteligencia artificial porque son más baratos, más eficientes y nunca necesitan descansos ni beneficios. En muchas industrias, la automatización está reemplazando por completo a las personas, y esta tendencia no hace más que acelerarse. A medida que las máquinas realizan más tareas mejor y más rápido que los humanos, la necesidad de mano de obra humana se está reduciendo. Esto genera serios desafíos: los sistemas tributarios que dependen de los ingresos de los trabajadores se están desmoronando, la desigualdad está creciendo y las redes de seguridad social están en riesgo. Si esto continúa, nos enfrentaremos a un futuro en el que las personas ya no serán necesarias en muchos trabajos, lo que dejará a la sociedad con la tarea de encontrar la manera de redefinir el trabajo, el propósito y la supervivencia económica.
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Los robots y la IA ofrecen a las empresas ventajas significativas, que las hacen mucho más rentables que los trabajadores humanos. En primer lugar, los robots tienen costos operativos mucho más bajos. Una vez que se cubre el gasto inicial de desarrollo y configuración, los costos de mantenimiento son mínimos. No necesitan salarios, vacaciones ni días de baja por enfermedad, lo que los convierte en una inversión ideal a largo plazo. En segundo lugar, los robots superan a los humanos en productividad y eficiencia. Pueden operar las 24 horas del día, los 7 días de la semana, sin fatiga ni caídas de calidad, lo que es un cambio radical para industrias como la fabricación, donde la automatización es fundamental.
Sin embargo, la mayor ventaja para las empresas es que los robots las liberan de responsabilidades sociales. No necesitan pensiones, seguro médico ni días libres remunerados. Además, los robots y la IA son increíblemente adaptables: pueden gestionar nuevas tareas mediante simples actualizaciones de software, lo que elimina la necesidad de volver a capacitar a los empleados. Esta flexibilidad, combinada con el ahorro de costos, hace que la automatización sea especialmente atractiva en industrias competitivas donde la eficiencia y la reducción de costos son fundamentales.
El aumento de la automatización está llamado a sumir a los sistemas tributarios tradicionales en una crisis inevitable. A medida que disminuye la mano de obra humana, también lo hace el conjunto de ingresos imponibles, lo que deja a los presupuestos gubernamentales cada vez más presionados, especialmente en países como Noruega, Suecia y Dinamarca, donde los impuestos sobre la renta constituyen una parte sustancial de los ingresos públicos. Mientras tanto, las ganancias económicas derivadas de la automatización se están concentrando en manos de los propietarios de tecnología y de propiedad intelectual, lo que profundiza la brecha entre los ricos y todos los demás.
La tributación progresiva, que en su día fue una piedra angular de la redistribución del ingreso, está perdiendo su eficacia en un mundo en el que la tecnología, y no el trabajo, es el motor de la creación de riqueza. Los sistemas tributarios diseñados para una economía industrial ya no pueden hacer frente a los desafíos de una economía impulsada por la tecnología. Para garantizar una distribución más justa de la riqueza y mantener la estabilidad fiscal, las sociedades deben adoptar modelos tributarios audaces y con visión de futuro que se alineen con las realidades de nuestra economía en evolución.
Una posible solución para abordar los desafíos de la automatización es introducir un impuesto a los robots.
Otra vía prometedora es gravar los datos y la economía digital. Empresas como Google y Meta generan enormes beneficios a partir de los datos generados por los usuarios, pero contribuyen desproporcionadamente poco a los ingresos públicos. La Unión Europea ya está explorando la posibilidad de hacerlo.
Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI,
Otro enfoque transformador es la implementación de la Renta Básica Universal (RBU), que proporciona pagos regulares e incondicionales a todos los ciudadanos.
A medida que la inteligencia artificial y la robótica siguen haciendo que la automatización sea más ventajosa económicamente que el trabajo humano, el panorama económico está experimentando una profunda transformación. Los sistemas tributarios tradicionales, en particular los impuestos progresivos sobre la renta, están quedando obsoletos en una era en la que la riqueza se genera más mediante máquinas y software que mediante personas. Estos sistemas ya no son suficientes para sostener la equidad social o mantener los presupuestos gubernamentales.
El futuro de la tributación debe alinearse con las realidades de una economía automatizada. Soluciones como la imposición de impuestos a los robots, los datos y el capital, junto con la introducción de una Renta Básica Universal, ofrecen una hoja de ruta para la adaptación. Esas medidas pueden ayudar a compensar la disminución de los ingresos fiscales tradicionales, reducir la desigualdad económica y garantizar la estabilidad económica. Los gobiernos deben actuar ahora para modernizar sus sistemas tributarios y prepararse para los profundos cambios que traerá consigo la era de la automatización.